domingo, 22 de octubre de 2017

El moderno Sherlock Holmes

   Este mes, los cinéfilos conmemoramos un evento que puede pasar desapercibido para los que no comparten nuestra pasión: el nacimiento de Buster Keaton. En efecto, un 4 de octubre de 1895 nacía en Estados Unidos este genial cómico, que marcaría con su personalísimo sello la historia del séptimo arte para siempre. Ciertamente, hoy son muchos los actores y  los directores que le deben el éxito de sus obras, pero, como suele pasar con estas cosas, son pocos los que se lo reconocen; por alguna extraña razón, prefieren atribuírselo al más conocido Charles Chaplin, que, pese a pertenecer a la misma hornada que nuestro protagonista, ha tenido menor influencia que él. Sin embargo, su legado continúa pregonando las grandezas que nos regaló, pues El maquinista de La General (Buster Keaton & Clyde Bruckman, 1926) sigue ostentando uno de los primeros puestos en la lista de los cien mejores títulos elaborada por el American Film Institute (aquí). Por este motivo, esta semana queremos traer a colación una de sus obras más influyentes y entrañables: El moderno Sherlock Holmes (Buster Keaton, 1924).




   En esta ocasión, Buster Keaton es proyeccionista en una sala de cine. Aunque su trabajo no le disgusta demasiado, existe uno que lo cautiva en mayor medida: el de detective privado. En efecto, tanto le entusiasmaría servir al bien común mediante sus investigaciones que, entre proyección y proyección, no vacila en leer las obras de su héroe favorito: Sherlock Holmes. Por suerte, cierto día es acusado falsamente de un supuesto delito, algo que pone en peligro la relación con su novia, por lo que procurará resolver este entuerto a través de los conocimientos que le ha transmitido el célebre investigador literario.

   Antes que nada, debemos recordar que, cuando se estrenó este film, Buster Keaton ya era conocido en el mundo entero. Así es, gracias a cortometrajes como Pamplinas nació el día 13 (id., 1921) [aquí], Pamplinas y los fantasmas (id., 1921) [aquí] o El gran espectáculo (id., 1921) [aquí], donde hacía alarde de un humor ingenuo para nuestro tiempo, pero muy divertido para sus contemporáneos, consiguió ganarse el favor del gran público. No obstante, si logró ese puesto de honor en la historia del cine, fue gracias a obras como La mudanza (id., 1922) [aquí], La casa eléctrica (id., 1922) [aquí] o Rostro pálido (id., 1922) [aquí], en las que consiguió pulir la idiosincrasia que lo haría memorable: la del hombre que afronta las adversidades mediante un rostro hierático (no en balde, llegó a ser conocido como Cara de Palo... ¡y firmó un contrato para no sonreír en público jamás!). Por este motivo, El moderno Sherlock Holmes fue acogida con muchísimo entusiasmo por todos los espectadores de la época.




   Como ya hemos indicado, lo que el público encontró fue un entrañable argumento que hoy sirve de estereotipo al género cómico. Ciertamente, Buster Keaton era aquí un hombre soñador que aspiraba a conquistar el amor de una mujer, pero que, al mismo tiempo, debía hacer frente a un adversario más poderoso y atractivo que él. Por supuesto, gracias a su ingenuidad, conseguía vencer inocentemente a este último y doblegar el afecto de aquella, ganándose a la vez el de toda la platea. Pero, en medio de esta trama pseudorromántica, encontró acrobáticos gags que hoy siguen sorprendiendo a cualquiera que vea la película: quizás los más conocidos sean el de la escena en que el actor cae de un edifico altísimo, o bien el de aquella en que viaja a bordo de una motocicleta sentado en el manillar (entre los pocos que hoy reconocen la influencia de estas escenas, está el famoso Jackie Chan, que no dudó en homenajearlas en algunos de sus largometrajes, como podéis aquí).

   Pero entre todas estas escenas, hay una que sigue cautivando la imaginación del cinéfilo. Nos referimos a aquella en la que el bueno de Buster, después de dormirse durante la proyección de una película, sueña que se introduce en esta última, viviendo las aventuras de sus protagonistas; así, el genial cómico nos transmite su amor por el séptimo arte y nos contagia el entusiasmo de vivirlo en profundidad, como si nosotros mismos fuéramos parte de nuestros largometrajes predilectos (por otro lado, ¿no os recuerda al argumento de El último gran héroe? Sin duda, una prueba más de cómo sigue influyendo en la actualidad). Hoy, esta escena continúa siendo un ejemplo de coordinación y montaje, pues vemos en ella cómo Keaton interactúa con las diferentes situaciones sin apenas moverse del centro de la pantalla.




   Sin embargo, a pesar de este reconocimiento internacional, Buster Keaton escondía una existencia marcada por la depresión y el alcohol; de este modo, su hierático rostro era en verdad signo de la tristeza que lo caracterizaba, pero sus chistes no se correspondían con la pugna que debía mantener contra ella. En este sentido, dos fueron los detonantes que lograron acabar con él: por un lado, el contrato con la Metro Goldwyn Mayer en 1928, que constriñó su desbordante creatividad; por el otro, el divorcio de su mujer y la prohibición por parte de esta de ver a sus hijos, a los que él adoraba. Durante algunos años, sobrevivió escribiendo para los hermanos Marx, con los que participó en el guion de Una noche en la ópera (Sam Wood, 1935) y de Una tarde en el circo (Edward Buzzell, 1939), pero muy pronto decidió retirarse de manera definitiva; solo Billy Wilder con El crepúsculo de los dioses (id., 1950), Chaplin con Candilejas (id., 1952) y Michael Anderson con La vuelta al mundo en 80 días (id., 1956), se acordaron de él, otorgándole papeles que, sin embargo, redundaban en esa nostálgica vis en la que el actor había caído. 

   Como decíamos al comenzar el presente artículo, hoy nadie parece acordarse de este genio de la comedia; más bien al contrario, relegan este título en favor del célebre Charles Chaplin, cuya efigie tiene mayor popularidad que la famosa cara de palo de Keaton, pese a que este dominó la cartelera de todo el mundo. No obstante, gracias a internet, podemos recordar sus películas una y otra vez, pues los derechos de autor caducaron sobre ellas hace mucho tiempo. Por esta razón, aquí os dejamos el enlace de la que hoy hemos presentado: El moderno Sherlock Holmes. Esperamos que la disfrutéis.



1 comentario:

  1. El arquetípico Holmes aparece en un sin fin de películas y series de televisión en las que, acompañado de su inseparable Watson, escudriña con tenacidad los escenarios de diversos crímenes y aplica una sagaz inteligencia para deducir infaliblemente el misterio a resolver, hallando siempre al culpable. https://symcdata.info/organizacion-social-en-el-imperio-inca/

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